La iglesia del Señor es el “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9–10). Las cartas del Nuevo Testamento suelen ir dirigidas a “los santos que están en…” o “amados de Dios, llamados a ser santos,” o saludos parecidos que claramente indican que la iglesia debe estar constituida solamente por aquellos que han sido regenerados.
Cuando no es así, y se permite la participación de cristianos profesantes dentro de la comunión de los santos, la iglesia sufre y se debilita. Los no regenerados son enemigos de Dios (Romanos 5:10; 8:7; Colosenses 1:21) y ciegos espiritualmente (1 Corintios 2:14–15; 2 Corintios 4:4). Esto implica que ellos no tienen verdadero interés en las cosas espirituales, ni en el avance del Reino de Dios. Ellos aman este mundo más que a Dios, solo piensan en lo terrenal.
Por tal motivo, un ministerio bíblico debe ser cuidadoso en decidir a quien se recibe como miembro de él. Históricamente los Bautistas han llamado a este principio “Membresía Regenerada”. Ellos hicieron gran énfasis en esto, y lo utilizaron como un argumento para bautizar solo a los convertidos. Jesucristo enseñó que la iglesia sería una mezcla de regenerados (trigo) con no-regenerados (cizaña), como algo imposible de evitar (Mateo 13:36–43), sin embargo, eso no quita que la iglesia haga lo humanamente posible para mantenerse pura (note las recriminaciones de Cristo en Apocalipsis 2:14–15, 20).
Incrédulos dentro de la membresía son lobos con piel de oveja (Hechos 20:29–30) en los cuales opera el mismo Satanás (Efesios 2:1–3). Si ellos tuvieran capacidad de decidir en los asuntos eclesiásticos, de cierto no elegirían hacer la voluntad de Dios, sino lo contrario. Ellos no reclamarán más y mejor enseñanza bíblica, no serán capaces de amar con el amor de Dios (Romanos 5:5, 1 Juan 3:14), no conocen la gracia de Dios ni tampoco la extienden a los demás, no podrán vivir en santidad, sino que serán “sepulcros blanqueados por fuera”. Aún, quizás, ellos lleguen a formar yugos desiguales con otros miembros de la misma congregación. Y por seguro serán el mayor obstáculo de un ministro piadoso. Por todo lo expuesto, creemos que un ministerio bíblico debe contemplar ciertos criterios para evitar o minimizar esta calamidad.
En primer lugar, debe prestarse atención a la manera en que se hace el evangelismo y como se cuentan los convertidos. Lamentablemente, por nuestro fracaso en cumplir con la Gran Comisión que claramente ordena “Id,” nosotros hemos rediseñado el evangelismo para que los incrédulos “vengan” a nuestras congregaciones. Para que eso sea posible, se proponen modificaciones en los ingredientes que constituyen las reuniones o ministerios: sermones más cortos y llenos de anécdotas e historias interesantes, música emocional, testimonios, mucho énfasis en lo social, en el afecto y la camaradería. En ese contexto, muchos incrédulos eligen quedarse a disfrutar del ambiente familiar y la aceptación incondicional de nuestras asambleas; sin nunca ser confrontados con su pecado.
Pablo contempló la posibilidad de que incrédulos entraran en las reuniones de la iglesia en 1 Corintios 14:23–25, pero es interesante que él mencione que el supuesto asistente es quebrantado por el ministerio de la Palabra. Por otro lado, eso no es justificativo para armar los programas de la iglesia de manera de atraer a los de afuera. Lo contrario es cierto en Hechos 2:42–47; 5:11, 13–14. La mayoría del evangelismo debe ser realizado fuera de la iglesia. Nosotros debemos ir a buscar a los incrédulos a dónde ellos están. Siempre conscientes de que el evangelio despertará oposición en algunos.
En segundo lugar, debe haber un procedimiento claro para realizar los bautismos. En tiempos bíblicos el bautismo era inmediatamente posterior a la conversión. Bautizarse públicamente implicaba el rechazo y desprecio de los demás, en el mejor de los casos, o la persecución. Eso eliminaba naturalmente a los profesantes como candidatos. Pero hoy en día no es así. Por eso, la iglesia debe ayudar a los candidatos al bautismo a discernir lo genuino de sus profesiones. Esto se hace por medio del curso “Fundamentos de la Fe”, donde se explica con cuidado el evangelio y las evidencias bíblicas de la salvación en una persona.
En IBML separamos el bautismo, de la membresía, permitiendo así que haya un tiempo considerable de prueba para el recién convertido (seis meses de asistencia puede ser suficiente para que las evidencias “subjetivas” se hagan manifiestas). Aprovechamos este timepo para realizar la preparación al bautismo a través del Curso.
Finalmente, la membresía queda plasmada en la firma del «Pacto de Membresía» que representa el compromiso del nuevo miembro a caminar juntos en el amor cristiano como miembro activo de IBML.
Procedimiento en IBML
Hechos relata que en la iglesia primitiva, especialmente en Jerusalén, al convertirse una persona se le animaba a bautizarse inmediatamente, para dar testimonio público de su fe. No obstante, en el día de hoy no creemos que sea conveniente repetir esa práctica como un patrón. Porque en aquellos tiempos quienes daban testimonio público de su conversión eran perseguidos o perdían algún tipo de privilegio dado que la religión mayoritaria era la judía, y el cristianismo era visto como una secta peligrosa. Que alguien estuviera dispuesto a perder beneficios económicos o aún su propia vida por seguir a Cristo era suficiente evidencia de una fe genuina.
Hoy las circunstancias son diferentes, y por lo tanto, la iglesia debe asegurarse de lo genuino de la fe de un profesante, antes de confirmarla por medio del bautismo.
Por ese motivo en la IBML consideramos necesario que los que desean bautizarse sean puesto a prueba primero, permitiendo que pasen un tiempo considerable como asistentes (la parábola del sembrador habla de los “que creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan” [Lucas 8:13]).
Como el sacramento del bautismo representa una identificación pública con la fe cristiana, creemos que además de pasar por un tiempo de prueba, los que se bautizan deben ser instruidos en el curso “Fundamentos de la Fe”.
En tercer lugar, a pesar de todos nuestros recaudos no es posible discernir infaliblemente. Por eso Jesús enseñó que recién cuando sea el fin se haría la separación definitiva (Mateo 13:40–43).
La manera bíblica de mantener la iglesia pura de cizaña es practicando la disciplina eclesiástica. Su principal objetivo es restaurar a los hermanos caídos, pero también a excomulgar a quienes no se arrepientan luego de sucesivas exhortaciones (Mateo 18:15–20). Cuando la iglesia falla en aplicar disciplina bíblica, muchas veces Dios saca a los profesantes por medio de divisiones (1 Corintios 11:19).
El curso está diseñado para que los nuevos creyentes crezcan en su entendimiento de la fe. Consta de temas básicos como qué es la Biblia, el carácter y los atributos de Dios, la persona y la obra de Jesucristo, la salvación, la persona y el ministerio del Espíritu Santo, la oración y el creyente, la función de la iglesia, los dones espirituales, el evangelismo, la obediencia y la voluntad y dirección de Dios en la vida del creyente.
Consistente en una introducción a la fe cristiana, entregada en un manual de trece lecciones que combinan verdades y bases bíblicas con el servicio y la obediencia personal.
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2023 – Iglesia Bautista Misionera en Lobos