Liderazgo Calificado.

Antes de realizar cualquier actividad es fundamental que el liderazgo este calificado según la Palabra de Dios. El Nuevo Testamento presenta dos oficiales para el liderazgo de la iglesia: los pastores y los diáconos (1 Timoteo 3:1-16). Los primeros tienen a su cargo la dirección espiritual de la congregación, por medio de la enseñanza, la administración y supervisión (Hechos 20:28). Los diáconos, en cambio, tienen a su cargo asuntos relacionados con el servicio práctico y el cuidado de enfermos (Hechos 6).

Los tres términos: anciano, pastor y obispo se refieren al mismo oficio en el Nuevo Testamento (Hechos 20:1728Tito 1:51 Pedro 2:251 Pedro 5:1–2).

Las iglesias deben tener un liderazgo múltiple. Esto se hace notable por la mención siempre plural de ancianos o pastores (Filipenses 1:11 Pedro 5:1). 1 Timoteo 3:1-13 y Tito 1:5-9 presentan una lista con calificaciones para quienes han de ocupar esos cargos, haciendo imperativo el cumplimiento de estos requisitos. La iglesia debe reconocer a quienes trabajan dentro de ella, y elegir a sus líderes espirituales según vean el llamado de Dios evidente en la vocación a pastorear y cuidar de otros y, además, en lo irreprensible del testimonio. Una vez en el ministerio, la iglesia podrá exigir su renuncia a quienes no cumplan los requisitos señalados en la Biblia.

Los propósitos del liderazgo

Los líderes son los mayores siervos de la congregación. Ellos están para ayudar a realizar el propósito de Dios para cada miembro. Ellos son siervos de siervos, bajo el Gran Pastor de las ovejas (1 Pedro 5:1–3). Dios ha capacitado a cada creyente para ser un sacerdote (1 Pedro 2:9Apocalipsis 1:65:10). Eso implica que cada uno debería realizar algún tipo de ministerio. Por tanto, el liderazgo de la iglesia debe enseñar acerca de los dones espirituales, guiar a los miembros a encontrar su lugar de servicio, y proveerles con entrenamiento y capacitación para desarrollar lo que Dios les ha dado.

Por otro lado, el liderazgo provee oportunidades de servicio, además de ser un modelo y ejemplo para ellos. Esto significa que los líderes de la iglesia necesitan permitir el ensayo y error, e incluso las fallas entre aquellos santos a los que ellos sirven. Eso significa tomar ciertos riesgos, ejercitar paciencia, proveer entrenamiento correctivo sobre la marcha, y buscar la sabiduría de Dios mientras guían al rebaño de Dios. En otras palabras, el pastor necesita permanecer totalmente dependiente en Dios, y no en sus propias habilidades, entrenamiento o educación, mientras él busca preparar a todos los santos para la obra del ministerio.

Los pastores deben ejercer discernimiento para no verse envueltos en demasiadas actividades, reuniones y programas, que les distraigan de su responsabilidad espiritual, del estudio y enseñanza de la Palabra y el ministerio de la oración. Cada pastor debe permanentemente formar nuevos líderes que le asistan en tan variadas tareas (2 Timoteo 2:2).

Centralidad de la Biblia